Adolfo Pérez Esquivel (Buenos Aires, Argentina, 26 de noviembre de 1931) es un activista argentino destacado como defensor de los Derechos Humanos y del Derecho de Autodeterminación de los Pueblos; defensor de la no-violencia y de la lucha pacífica por la justicia y la libertad, así como proponente de la teología de la liberación.
En 1980 recibió el Premio Nobel de la Paz por su compromiso con la defensa de la Democracia y los Derechos Humanos por medios no-violentos frente a las dictaduras militares en América Latina. En su discurso de aceptación1 le afirmó al mundo que no lo asumía a título personal sino "en nombre de los pueblos de América Latina, y de manera muy particular de mis hermanos los más pobres y pequeños, porque son ellos los más amados por Dios; en nombre de ellos, mis hermanos indígenas, los campesinos, los obreros, los jóvenes, los miles de religiosos y hombres de buena voluntad que renunciando a sus privilegios comparten la vida y camino de los pobres y luchan por construir una nueva sociedad".
Es presidente del Consejo Honorario del Servicio Paz y Justicia América Latina, presidente ejecutivo del Servicio Paz y Justicia Argentina, de la Comisión Provincial por la Memoria de Buenos Aires, de la Liga Internacional por los Derechos y la Liberación de los Pueblos, de la Academia Internacional de Ciencias Ambientales, de la Fundación Universitat Internacional de la Pau de San Cugat del Vallés (Barcelona), y del Consejo Académico de la Universidad de Namur, Bélgica. También es miembro del Tribunal Permanente de los Pueblos, del Comité de Honor de la Coordinación internacional para el Decenio de la no-violencia y de la paz, del Jurado Internacional del Premio de Derechos Humanos de Núremberg, del jurado del Premio de Fomento para la Paz “Felix Houphouet Boigny” de la UNESCO, del programa de educación internacional "Peacejam", del Consejo Mundial Proyecto José Martí de Solidaridad Mundial, del Consejo Asesor del Canal Telesur y del Consejo Directivo del Instituto Espacio para la Memoria (IEM).
Nació el 26 de noviembre de 1931 en Defensa y Humberto Primo, pleno corazón del barrio San Telmo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (C.A.B.A.), Argentina. Su padre, Cándido Pérez, era inmigrante español que trabajaba de pescador en su Pontevedra natal. Su madre Mercedes Esquivel, hija de una india guaraní, murió cuando él era todavía una criatura.
Al no poder mantener reunida a la familia, su padre decidió buscar ubicación para sus cuatro hijos. Buena parte de su infancia la vivió como pupilo en el Patronato Español de Colegiales (C.A.B.A) cuando su padre se volvió a España. Ahí comenzó su amor hacia la escultura y donde aprendió a tallar la madera. También vivió un tiempo con su abuela Eugenia, que hablaba guaraní pero casi nada de castellano, en Haedo, Provincia de Buenos Aires. De ella aprendió mucho sobre la historia y la sabiduría de los Pueblos Originarios. Luego volvió a reunirse con su familia y todos se fueron a vivir a una casa del barrio de San Telmo donde culminó el tramo fundamental de su educación primaria con los Franciscanos, en el colegio que la orden regenteaba en Defensa y Moreno (C.A.B.A.).
Esquivel comenta que con el tiempo comenzó a entender su formación religiosa de una nueva forma:2 "Yo tuve que hacer toda una relectura del Evangelio, redescubrir la dimensión espiritual a través de lecturas y conversaciones. Pero la fe no la podemos vivir sectariamente, sino que tenemos que compartirla".
Empezó a trabajar a los once o doce años: "Éramos muy pobres, así que muchas veces me acostaba sin comer. Otras, el boliche nos tenía que fiar un café con leche. Para no acostarme con la panza vacía había que trabajar. Vendí diarios en el tranvía, después fui cadete de oficinas, peón de jardinería, y más tarde, me dediqué a proyectitos de instalación de negocios hasta que pude vender algún cuadrito".
Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano, que en ese momento estaba en la calle Cerrito, cerca de Retiro (Buenos Aires). Escuela en la cual después sería profesor.
La etapa de adolescente fue particularmente activa en los grupos juveniles preocupados por insertar su inclinación cultural en la realidad. El mismo recuerda: "Tratábamos de hacer exposiciones, ir a las barriadas, hacer participar a los chicos. Hicimos muestras en fábricas y tratamos de que los obreros comenzaran a expresarse, a hacer sus propias obras".
A su esposa, Amanda Guerreño, la conoció a los 15 años, porque era amigo de su hermano. Juntos estudiaron en la Universidad Nacional de La Plata, donde ella se recibió de profesora superior de piano y composición y él como pintor y escultor.
Respecto al contexto social Adolfo Pérez Esquivel destacaba: "...había una participación juvenil intensa, y tratábamos de aprovechar lo que nos parecía mejor. Lo que no nos gustaba también lo decíamos, pero no nos guiábamos por una cuestión ideológica. No teníamos tiempo porque trabajábamos todo el día y estudiábamos de noche".
En la década del sesenta comenzó un trabajo con organizaciones y movimientos latinoamericanos cristianos de base. Posteriormente participó como líder en los movimientos de no-violencia y en 1973 fundó el periódico "Paz y Justicia" para difundir dicha filosofía y continuar apoyando la organización de grupos de base con sectores populares.
La violencia desatada en todo el continente latinoamericano y las graves violaciones de los derechos humanos, lo llevaron a asumir compromisos y responsabilidades con otros grupos y movimientos cristianos de otras partes del continente.
En 1974, en Medellín, Colombia, se le designó como coordinador general del Servicio Paz y Justicia para América Latina, compuesto por grupos y movimientos que trabajaron para lograr la liberación por medios no-violentos. Estos grupos, integrados ecuménicamente por religiosos, laicos, campesinos, indígenas, sectores populares, organizaciones de base, intelectuales, preocupados por la situación de sus países, buscaron articular acciones y políticas comunes frente a la violencia y opresión, generando alternativas y respuestas dentro de los espacios cada vez más restringidos y reprimidos de la sociedad. En la mayoría de los países latinoamericanos se impusieron cada vez más las dictaduras militares y se cometieron crímenes políticos de secuestro y desaparición forzada de personas
En 1975, Adolfo Pérez Esquivel fue detenido y encarcelado por la policía militar de Brasil en el aeropuerto de Sao Paulo, junto a la Dra. Hildegard Goss-Mayr, del Movimiento Internacional de la Reconciliación. Fue encarcelado en 1976 en Ecuador junto con obispos y religiosos latinoamericanos y estadounidenses.
Con el golpe de estado militar de Jorge Rafael Videla en Argentina, en 1976, y con la represión sistemática posterior, contribuyó a la formación y financiación de los enlaces entre organizaciones populares para defender los Derechos Humanos y apoyar a los familiares de las víctimas de la Dictadura. El Servicio Paz y Justicia, que él co-fundó, evolucionó en este contexto y sirvió como instrumento para la defensa de los derechos humanos promocionando una campaña internacional para denunciar las atrocidades cometidas por el régimen militar. En el año 1975 contribuye a fundar la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos. Posteriormente colaborará en la constitución de organismos de derechos humanos de familiares de las víctimas de la represión como fueron Madres de Plaza de Mayo, Abuelas de Plaza de Mayo, y Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas.
En agosto de 1977, fue detenido en Buenos Aires, en el Departamento Central de la Policía Federal Argentina. Fue encarcelado y torturado, sin haberse hecho proceso judicial alguno, y fue puesto a disposición del Poder Ejecutivo. Más tarde declararía haber sobrevivido un vuelo de la muerte.3 La violenta represión, secuestros y asesinatos que llevaron a cabo las dictaduras de Paraguay, Uruguay, Brasil, Bolivia, Chile y Argentina, junto al accionar de grupos para-policiales y paramilitares, generaban un estado de angustia y de zozobra en los pueblos, al igual que en otros países del continente.
Permaneció en prisión 14 meses y en libertad vigilada otros 14 meses. Durante su prisión recibió el Memorial de la Paz Juan XXIII, otorgado por Pax Christi International, entre otros reconocimientos internacionales. El Servicio Paz y Justicia, entre otras organizaciones, fue una organización de apoyo y defensa de los Derechos Humanos, y desarrolló una fuerte campaña internacional para denunciar las atrocidades de las dictaduras militares en el continente y el país. Esta actividad tiene como consecuencia la represión hacia el Servicio Paz y Justicia, tanto en Argentina como en otros países.
Pérez Esquivel en 1983.
En 1980, Esquivel fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz, por su trabajo en defensa de los Derechos Humanos en América Latina. Al recibir esta distinción declaró no recibirlo como un título personal sino "…en nombre de los pueblos de América Latina, y de manera muy particular de mis hermanos los más pobres y pequeños, porque son ellos los más amados por Dios; en nombre de ellos, mis hermanos indígenas, los campesinos, los obreros, los jóvenes, los miles de religiosos y hombres de buena voluntad que renunciando a sus privilegios comparten la vida y camino de los pobres y luchan por construir una nueva sociedad". Esquivel ha expresado claramente que su trabajo de ninguna forma es individual, sino que hay mucha gente desconocida que ha estado trabajando por la justicia y la libertad, de una forma colectiva.
Después del premio, Esquivel recorrió todos los países latinoamericanos aquejados por sus dictaduras y continuó su trabajo en Argentina y diversos países. Su labor continúa hasta el día de hoy en defensa de la vida, la Educación para la Paz, los Derechos Humanos, los campesinos, los necesitados y los Pueblos latinoamericanos.
Actualmente, además de ser Presidente del Consejo Honorario del Servicio Paz y Justicia Latinoamericano y de la Comisión Provincial por la Memoria, es Presidente de la Liga Internacional para los Derechos Humanos y la Liberación de los pueblos, con base en Milán, Italia, y miembro del Tribunal Permanente de los Pueblos. Es miembro del Comité de Honor de la Coordinación internacional para el Decenio de la no-violencia y de la paz. Es también presidente honorífico de la Fundación Universitat Internacional de la Pau de Sant Cugat del Vallés (Barcelona). Y desde el 2004 forma parte del Jurado Internacional del Premio de Derechos Humanos de Núremberg, que cada dos años otorga un premio a organizaciones o personas que se destacan en la promoción y defensa de los derechos humanos en el mundo, aun con el riesgo de su propia vida.
Gracias a su iniciativa se iniciaron procesos penales contra la dictadura militar argentina en Italia, España y Alemania. Luego de la Ley Nº 25.779 de nulidad de la Ley de Obediencia Debida y Punto Final del año 2003, también pudo continuar con el juicio que inició en 1984 al dictador Jorge Rafael Videla y otros represores en la misma Argentina: "Tenemos que fortalecer las instancias jurídicas para que esto no vuelva a ocurrir nunca más. Este juicio en Córdoba es muy emblemático. La Argentina avanzó quizá más que ningún país a nivel internacional. El juicio de Núremberg fue un tribunal ad hoc, aquí no. Aquí está en funcionamiento, y eso es lo que hay que valorar, es la justicia Argentina a través de un estado de derecho".
A lo largo de su carrera, Adolfo ha ayunado varias veces para pedir por la paz y por la ayuda en diversas cuestiones sociales.
En 2013 acudió junto con Natty Petrosino a una reunión frente a más de 500 personas, con motivo del primer "Congreso Callejero por la Paz", en Mar de Plata
Según el abogado católico Emilio Mignone, «Adolfo Pérez Esquivel es un cristiano católico comprometido y un hombre de bien». «Se inspira en los principios cristianos, con aportes de Mahatma Gandhi y Martín Luther King. Propone la acción a favor de los desposeídos a través de la no-violencia activa y en todos los países donde actúa está en primera línea en la defensa de los derechos humanos». En contraste, según el diario español, El País: "Esquivel, de religión protestante," defiende los derechos humanos en línea con los principios de Martín Lutero.
De cualquier forma, en su discurso de aceptación del Premio Nobel, Adolfo recibió la distinción identificándose sólo con "el hombre concreto latinoamericano, y como cristiano":
"Estoy convencido que la opción de la fuerza evangélica de la no-violencia se abre como un desafío y a perspectivas nuevas y radicales. Una opción que prioriza un valor esencial y entrañablemente cristiano: la dignidad del Hombre, la sagrada trascendente e irrenunciable dignidad del hombre que le viene del hecho primordial de ser hijo de Dios y hermano en Cristo y por lo tanto hermano nuestro."