(Buenos Aires, 1873 - Alta Gracia, 1922) Poeta, narrador, dramaturgo y orador argentino que perteneció a la última generación romántica de su país. Realizó estudios secundarios en el Colegio Nacional Central y en 1889 ingresó a la facultad de Derecho y Ciencias Sociales, pero no ejerció la profesión de abogado y se dedicó al periodismo.
Fue un orador destacado que atravesó las fronteras nacionales y se consagró en España. En 1902 resultó electo diputado al Congreso Nacional por el distrito metropolitano; ocupó, además, otros cargos públicos. En 1910 la Real Academia de la Lengua Española lo designó miembro correspondiente.
Dentro de sus obras figuran volúmenes de poemas, de cuentos y de obras de teatro: La senda encantada (1912), Letanías de la tarde (1919), Llamas en la noche, Cuentos de amargura (1919), Bajo la toca de lino (1920), La venus de arrabal (1920), El puñal de los troveros, El rosal de las ruinas, Los contagiosos (comedia dramática en tres actos), Mister Franck, Cuando muere el día, Hacia las cumbres, Luz de hoguera, El bronce, El señor corregidor, El burlador de mujeres y La virgen de la pureza. En 1922, víctima de una grave enfermedad, decidió suicidarse.
TRIUNFAL
Hubo de todo en el romance aquel..
Flores, celos, amor, llantos, excesos;
Y un día. un día sin luz, en uno de esos
amargos días del invierno cruel.
-Es preciso-dijiste- poner el
punto final a nuestros muchos besos..
Debo partir y parto... dejo iIesos
tu corazón, Poeta y tu troquel.
No supe que decir... Tu voz tenía
una extraña inflexión desconocida
y eres dueño sin duda de tu vida..
Además, mi bohemia impenitente
según es lo normal y lo corriente,
estaba trasudando altanería..
Nos dimos el adiós de un modo triste...
Tú bajaste los ojos, yo la frente:
Hubo un silencio largo; gravemente
sonriendo tus labios. y partiste.
Cuando ya lejos hacia mí volviste
la faz turbada, dolorosamente.
atravesó los oros del poniente
un adiós postrimer que no dijiste...
Mas escucha, mujer, lo que sentí...
Sentí bajo el arrullo del pañuelo
remoto que agitaba; un consuelo
que en un instante serenó mi mal;
-sentí que tu existencia inmaterial,
prófugamente se quedaba en mí
¡Qué vale que el destino se la lleve
-pensé entonces irguiéndome en la playa-
ni que a otras tierras ignoradas vaya
ni que otras fuentes del amor abreve!
¡Qué vale que su pie nervioso y leve,
musa traviesa de mi ciencia .gaya,
errando sin cesar bajo la saya
busque la senda del olvido aleve!
¡Qué vale que del vaso huya el jazmín
si se ha trocado el vaso en la redoma
donde yacen su espíritu y su aroma!
¡ Qué vale que te alejes, fugitiva,
si suspensa a una rama siempre viva
has quedado hecha flor en mi jardín!
El Adios
Y bien, compañera, ha llegado el día
el día y la hora del último beso...
Nada de sollozos, ¡no caigas en eso!
Tienen estos trances su melancolía;
pero hay que ser fuertes, como te decía
ayer por la noche, mi mejor amigo...
Toma tu sombrero, toma tu manchón,
y arrópate bien... aquí está el abrigo,
hay un frío afuera y una cerrazón...
Echemos con calma la llave al romance;
era tiempo ya de ponerle fin,
no hay sueños eternos ni rosa que alcance
a adornar por siempre la paz de un jardín.
Yo ...recobro toda mi soberanía,
tú recobras toda la gran libertad ;
y no podrá el tiempo, ni la lejanía,
ni las nuevas cosas, ni mi soledad,
borrar el perfume del idilio grave,
los buenos amigos me hablarán de ti;
"Sigue tan hermosa, tan fina, tan suave;
ayer, casualmente, de tarde, la vi..."
Y yo sonreiré ...con cierta ternura
y un gesto muy vago, como paternal,
mientras los recuerdos harán su conjura
trayéndome en brazos tu carita oval,
tus ojos, tus gracias y tus ardimientos
Se puede, ¡que diablos!, vivir otra vez,
a pura memoria los buenos momentos.
El amor, querida, igual que el ciprés
conoce el secreto del verdor eterno,
así, cuando partas dentro de un instante,
cuando en este día brumoso de invierno
transponga esa puerta tu gracia fragante
para no volver, simultáneamente
irás avanzando sobre mi pasado;
y yo te aseguro que entrarás de frente,
reina y soberana, al templo sagrado...
...Después, algún día -un día cualquiera-
sin haberlo el uno ni el otro deseado,
nos sorprenderemos, buena compañera...
y en el bosque alegre, o en el cabaret,
del brazo de un hombre distinto de mí,
más linda que nunca te reencontraré
y un poco del duelo que palpita aquí
nublará de golpe tu faz y la mía
desplegando un punto sobre nuestra frente
sus dos grandes alas... la melancolía...
Y al volver a casa, displicentemente,
evocando tiempos que fueron hermosos,
mientras me despojo del gabán y tiro,
sin saber adonde, los guantes rugosos,
llenaré la alcoba con un gran suspiro...
No llores querida...No hay por qué llorar.
Arréglate el pelo, toma tu manchón,
la cartera de oro, la piel de renard.
Hay un frío afuera y una cerrazón.
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