sábado, 5 de octubre de 2013

Louis Lumière





























Louis Lumière


(Louis Jean Lumière; Besançon, 1864 - Bandol, 1948) Inventor francés, pionero del cine. Hijo de Antoine Lumière, un comerciante de la ciudad de Besançon dedicado a la fotografía, a los pocos años marchó con su familia a Lyon, dado que su padre decidió independizarse de su socio Emile Lebeau. La calidad humana y profesional de su padre permitió a la familia salir adelante. Los clientes hicieron progresar el negocio y pronto su empresa fue reconocida por la calidad de sus trabajos.

El joven Louis destacó en los estudios que realizó en el liceo La Martinière y, poco después, junto con su hermano Auguste -con quien formará una pareja indisoluble- comenzó a trabajar con su padre desarrollando algunas iniciativas en la fábrica de material fotográfico, una de las principales en las últimas décadas del siglo XIX. En torno a 1890, Louis y Auguste conocen ya algunos de los inventos que se están patentando en torno al mundo de las imágenes en movimiento. Tienen noticias de los trabajos de sus coetáneos y los experimentos que se prodigan no sólo en Francia sino en otros países y que buscan, básicamente, mejorar la obtención y proyección de imágenes.

Esta situación iba a sembrar controversias sobre quién fue el verdadero padre del cine. Entre 1890 y 1895 son varios los inventores que, en distintos países, están trabajando para alcanzar un mismo objetivo; los nombres de Thomas Edison (Kinetoscopio) y Max Skladanowski (Bioscop) son algunos de los que más suenan en estos años. A finales de 1894 los hermanos Lumière patentaron su invento con el nombre de Cinematographe (Cinematógrafo).

Durante unos meses se dedican a impresionar diversas imágenes familiares, y luego deciden hacer varias demostraciones que son muy bien recibidas, lo que les animó a preparar la presentación pública, que tuvo lugar el día 28 de diciembre de 1895 en el Salon Indien del “Grand Café”, en el Boulevard des Capucines de París. Por primera vez se conseguía mostrar a un grupo de personas unas cintas (así se llamaban las primeras películas) de imágenes en movimiento, con lo que se superaba las limitaciones que suponía el Kinetoscopio de Edison, que era de visión individualizada.

Estas películas apenas recogían un plano estático del motivo que daba título a las mismas. Eran “tomas de vista” de temas familiares y lugares de la ciudad. La demanda del público obligó a los Lumière a enviar a una serie de operadores por todo el mundo para que impresionaran más imágenes que permitieran renovar los programas diarios. El efecto cautivador que supuso el Cinematógrafo para los ciudadanos de estos años fue de tal magnitud, que se viene repitiendo la anécdota de aquellos espectadores que vieron por primera vez La llegada de un tren a la estación (L’arrivée d’un train en gare, 1896); en cuanto el tren se acercaba a primer término los espectadores se echaban hacia atrás, pensando que iba a salir de la pantalla.

Las imágenes de los Lumière son punto de referencia de los primeros noticiarios y documentos que se impresionaron en numerosos países. De estas primeras películas destacan La salida de los obreros de la fábrica Lumière, en la que desde un punto de vista lejano se contempla cómo se abre la puerta de la fábrica y va saliendo hacia los laterales un grupo de hombres y mujeres, hasta que esa salida se termina. Más interesante resulta, sin embargo, El regador regado, una escena simpática, que gira en torno a un “gag” cómico: un hombre se encuentra regando un jardín; vemos cómo un niño le pisa la manguera; el hombre se extraña de que no salga el agua y acerca a su cara la boca de la misma; en ese momento el niño quita su pie y el agua moja al hombre; éste corre tras él y al alcanzarlo le da un azote y le coge de una oreja.

La producción de los Lumière se incrementó con los años, convirtiendo a Lyon en uno de los centros cinematográficos más importantes del mundo. No obstante, su evolución creativa se estancó, limitándose durante ese tiempo a repetir los temas y viviendo un poco de rentas. Tiene que ser Méliès quien realmente dé un gran empuje al Cinematógrafo, sobre todo abriendo nuevos caminos a la creatividad y forzando a los operadores y productores, que a continuación les siguieron, a volcarse en busca de originalidad.

Los Lumière, al tiempo que producían una interminable lista de títulos, pusieron en circulación los aparatos que fabrican en Lyon. A esta ciudad acudirán a lo largo del tiempo numerosos empresarios de otros países en busca de “el aparato original” que les permita pasar sin ningún problema las cintas Lumière en sus barracones. Así comenzó a expandirse el que será el espectáculo audiovisual más sorprendente del siglo XX.

Los Lumière continuaron desarrollando, hasta su muerte, otros muchos inventos, tanto en el campo de la fotografía como en el cine (la placa tricromo para la fotografía en color; la fotografía en relieve: fotoesterosíntesis; el cine estereoscópico; las placas antihalo; el plateado de los espejos en frío; un difusor para fonografía, etc.). Algunos tuvieron su aplicación, pero otros no pudieron desarrollarse comercialmente.





No hay comentarios:

Publicar un comentario