viernes, 22 de noviembre de 2013

ALFREDO VEIRAVE: Nació en Entre Ríos, Gualeguay, el 29 de Marzo de 1928.








































Se radicó en el Chaco en 1957, tras egresar con la primera promoción del profesorado de Letras de la Facultad de Humanidades de la Universidad del Litoral. Allí hizo su vida académica; y en ella ejerció hasta el día de su muerte, la cátedra de Literatura Hispanoamericana, en la cual era especialista, y en la de Introducción a la Literatura.
“El alba, el río y tu presencia” fue su primera obra, que editó en Entre Ríos, siguieron otras, como “Historia Natural” y “Radar en la tormenta”.
Será póstuma su “Laboratorio central”, que tiene la prensa Editorial Sudamericana.
Colaboró en las páginas literarias de El Territorio, de Resistencia; La Prensa, hasta los años 70; La Gaceta, de Tucumán y la capital de Rosario.
Fue Premio Nacional de poesía “Leopoldo Lugones” y gran premio de Honor de la Fundación Argentina de la Poesía.
En 1986 fue incorporado en la Academia Argentina de Letras como miembro correspondiente. Fue socio de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) Central y Chaqueña.
Era un hombre de proceder llano, en contraste con su rica personalidad y su honda cultura.
Según el juicio de los críticos, VEIRAVE, es una de las figuras más importantes de la poética latinoamericana contemporánea.
Se lo tradujo a varios idiomas; en todas partes se lo estudia como expresión creadora de un tiempo y una cultura.
Su obra atrajo la atención en España, México, Estados Unidos y otros centros. Una de sus mayores satisfacciones fue la de charlar de poesía, con Octavio Paz y con Gabriel García Márquez.
Amigo de los jóvenes; a muchos les abrió el camino de las letras con la paciencia y la sensibilidad de quien transita tratando de expresar el misterio de la creación.
El 22 de Noviembre de 1991, falleció en Resistencia, a los 63 años de edad, tras corta enfermedad. Las letras latinoamericanas pierden a unas de sus figuras más importantes.

TAMBIÉN LA POESÍA ES DESACUERDO CON EL MUNDO

Puede haber un cuervo
en el subterráneo imperio de las sombras:
sin comparaciones obligadas él rechaza la palabra
"conocimiento"
como una prueba paciente de las fórmulas.
No sé tampoco por qué insistimos en perseguirla
con signos cuneiformes
o si somos acaso perseguidos por ella como un mar de adentro
en las despedidas de Odiseo
o someternos. Al fin y al cabo
no somos antenas de la raza (pararrayos celestes) sino
una poca cosa falsificadora
suave en los instrumentos
corolarios innecesarios
doctores de la vanidad personal
incompatibles con el mundo.


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