(París, 1838 - Bougival, Francia, 1875) Compositor francés. Muy exigente consigo mismo, su producción es escasa y cuenta con muchas obras inacabadas y retiradas por el mismo compositor y sólo recuperadas póstumamente, como es el caso de la Sinfonía en do mayor (1855). Nacido en el seno de una familia de músicos, ingresó en el Conservatorio de París con tan sólo nueve años. La consecución en 1857 del prestigioso Gran Premio de Roma de composición le permitió proseguir su formación en Italia durante tres años. Su ópera Don Procopio data de aquella época. A su regreso a Francia, compuso las óperas Los pescadores de perlas (1863) y La hermosa muchacha de Perth (1867), ambas acogidas con frialdad por el público. No corrieron mejor suerte las dos obras que más han contribuido a la fama del compositor: la música de escena para el drama La arlesiana (1872), de Alphonse Daudet, y sobre todo la considerada obra maestra del teatro lírico galo, Carmen (1875), cuyo controvertido estreno se dice que precipitó la muerte del compositor.
El padre de Bizet, profesor de canto, le enseñó los primeros rudimentos del arte musical; a los cuatro años ejecutaba los más difíciles ejercicios y a los nueve era admitido en la clase de piano de Marmontel en el Conservatorio de París. Seis meses después obtenía el primer premio de solfeo. Paralelamente a su formación instrumental, estudió composición con Zimmermann, que sustituía entonces a Charles Gounod. En 1852, un primer premio de piano fue la compensación a sus brillantes y fogosas ejecuciones; en 1854 obtuvo un premio de órgano en la clase de Benoist y al mismo tiempo se matriculó en el curso de composición de Halévy, el célebre autor de Hebrea.
Ya en la Sinfonía en do mayor (1855) se pudo entrever que la economía, la precisión en la expresión y el ritmo danzante y ágil serían características de su música. Concluyó sus estudios ganando el gran Premio de Roma en 1857 y más tarde, durante sus tres años como becario en Italia, encontró allí un terreno fértil para cultivar sus grandes aficiones artísticas y literarias.
Bizet es uno de los maestros del arte lírico francés por la concisión de pensamiento, por su sugestiva potencia, por la variedad de su vocabulario armónico y por la riqueza y la forma de su orquestación. Su primera ópera mayor, Los pescadores de perlas, se estrenó en París en 1863. Sin embargo, no fue un éxito y pronto se retiró del cartel. Tampoco lo fue La Bella muchacha de Perth (1867), ni la obra en un acto Djamileh (1872). El escenario de todas estas óperas se sitúa fuera de Francia. Bizet presenta con excelente acierto sus exóticos ambientes, especialmente en Los pescadores de perlas. Junto a este exotismo bien estudiado, Bizet procuró asimilar las figuras de la escena, caracterizándolas individualmente en su música, como en el manifiesto retrato oriental de Djamileh.
Por este motivo, la caracterización musical y dramática de Carmen (1874-1875), que se convertiría en una de las obras de más éxito en la historia de la ópera, no fue simplemente fruto del azar sino más bien la culminación del desarrollo artístico del compositor. Los críticos de la época fueron duros en su apreciación de la música de Bizet y el estreno de Carmen fue casi un fracaso. El relato de Prosper Merimée (que narra la aventura amorosa entre la gitana Carmen y el joven soldado don José y acaba con la total degradación del soldado, cuya pasión le empuja a matar a Carmen) era un tema demasiado realista para el público de aquel tiempo.
Pero fue precisamente este mismo realismo el que liberó el genio de Bizet. En algunos de los pasajes más emocionantes de esta ópera, Bizet se acercó peligrosamente a la expresión tonal de su amigo Gounod, pero cuando describe una pasión inquieta (como cuando se acerca a la protagonista), su capacidad para caracterizar en música se supera a sí misma.
Profundamente afectado por violentas e injustas críticas, Bizet falleció la noche de la trigésimo tercera representación de Carmen. Poco antes había destruido la mayor parte de sus manuscritos que vacilaba en confiar a un editor, y especialmente el esbozo del Cid, que debía ser presentado el año siguiente en la Sala Favart. Además de su drama musical como tal, Bizet también compuso la música para la obra de Daudet La arlesiana (1872). Las dos suites orquestales de La arlesiana y la obertura Patria (1873) fueron las únicas obras que gozaron de algún éxito durante la vida del músico. Las doce piezas para piano Juegos de niños (1871) son miniaturas brillantes que reflejan el mundo infantil, descritas con una intuición concisa y maravillosa. Bizet orquestó más tarde cinco de estas piezas.
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