1492
En su italiana ciudad natal, Borgo San Sepolcro, muere Piero della Francesca, pintor italiano del Quattrocento, y gran enamorado de la luz. Decoró la capilla del coro de la iglesia de San Francisco en Arezzo, donde, entre 1452 y 1466, pintó la que es considerada como su obra maestra: "La Leyenda de la Vera Cruz". (Hace 521 años)
(Piero di Benedetto; Borgo San Sepolcro, actual Italia, h. 1416-id., 1491) Pintor italiano. Por su profundo conocimiento de la pintura florentina, se cree que pasó una larga temporada en Florencia, pero su presencia en dicha ciudad sólo está documentada en 1439, cuando colaboraba con Domenico Veneziano en los frescos (perdidos) de San Egidio. Su aprendizaje florentino parece indudable en obras como el Bautismo de Cristo, deudoras del vigoroso planteamiento plástico de Masaccio, del riguroso orden compositivo de Fra Angélico o de la luminosidad de las gamas cromáticas de Domenico Veneziano.
Después de realizar otros frescos, hoy perdidos, hacia 1452 Piero della Francesca empezó a trabajar en el coro de San Francesco de Arezzo, donde dejó un magnífico ciclo sobre la Leyenda de la Vera Cruz. Esta obra, que es considerada la más sobresaliente de toda su producción, está basada en una leyenda medieval muy compleja, y plasmada con grandiosidad y solemnidad, mediante un perfecto estudio de las proporciones, de tal forma que naturaleza, arquitectura y personajes se entrelazan y relacionan con una armonía y un equilibrio perfectos.
Al acabar esta obra (1465), Piero fue llamado a la corte humanista de Federico de Montefeltro, en Urbino, donde permaneció casi hasta el final de sus días. Allí pintó el famoso Díptico de Urbino, con los retratos y los «triunfos» de Federico y su esposa, una de las obras más notables del Quattrocento italiano, y la enigmática Flagelación, de la que se han hecho numerosas interpretaciones.
Tras La Virgen y el Niño con Federico de Montefeltro (h. 1475) y la inacabada Natividad, Piero dejó la pintura, quizá porque se estaba quedando ciego. A partir de este momento se dedicó al estudio de las matemáticas y la perspectiva, y escribió tratados sobre ambas materias. Después de su muerte, su obra cayó en un completo olvido y hasta el siglo XX no se ha producido una auténtica revalorización de su figura.
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