Juan van Eyck Juan de Brujas en 1410 descubrió algo trascendental para la Historia del Arte.
Hasta ese año de 1410,
todos los Artistas pintaban sus tablas y retablos con pintura de temple al
huevo.
Desde muchos años
antes se había ya experimentado que aplicando una capa de aceite sobre la
pintura al temple con huevo, los colores revivían, se recobraban la intensidad
y el brillo del temple recién pintado.
En el Libro Diversarum
artium schedula, escrito en el 1200 por el monje Teófilo ya se recomendaba
dar una capa de aceite de oliva sobre el Temple. Pero sucedía que el aceite de
oliva secaba con gran dificultad, obligaba a exponer el cuadro al sol durante
horas y hasta días, con riesgo de que la pintura se deteriorara, los colores
ennegrecían, los blancos perdían intensidad.
La Leyenda
explica que Juan van Eyck expuso un día un cuadro al sol, para secarlo, tal
como aconsejaba Teófilo, y que al cabo de unas horas al ir a retirarlo, comprobó
con disgusto que la pintura se había cuarteado.
Desde ese dia Juan
van Eyck no cejo hasta hallar un aceite que secara a la sombra. Hallo primero
que el aceite de linaza y el aceite de nueces secaban con relativa facilidad,
pero no fue hasta más tarde, continuando sus experimentos, cuando comprobó que,
mezclando una pequeña porción de Barniz Blanco de Brujas con aceite de linaza, obtenía una solución, un
barniz, que secaba en la sombra sin ninguna dificultad (Se sabe hoy que el
Barniz Blanco de Brujas era una especie de trementina, de parecidas características
a la usada actualmente para disolver los colores al Oleo).
Juan van Eyck
probo entonces a disolver con aceite de linaza y barniz blanco de Brujas las
mismas tierras de colores que se usaban para pintar al temple comprobó que los
colores podían ser aplicados claros o espesos, en veladuras o en capas
cubrientes, que mientras secaban podían
rectificarse matices y colores que mantenían su intensidad y brillo iníciales,
y que en fin, secaban perfectamente sin exponer el cuadro al sol.
El gran paso había
sido dado: Juan van Eyck, el artista iniciador de la Escuela Flamenca, había
descubierto el mejor medio para pintar, "El medio Rey": La Pintura al
Oleo.
Hablando en términos
generales, podríamos decir que los artistas de hoy pintamos al oleo, básicamente,
con los mismos ingredientes usados hace cinco siglos por Juan van Eyck
Colores o Pigmentos corpóreos
generalmente en forma de polvo, clasificados en orgánicos, procedentes de los
reinos vegetal y animal, e inorgánicos o minerales.
Aglutinantes o sustancias
liquidas, constituidos por aceites grasos etéreos, además de resinas, bálsamos
y ceras.
Los colores o
pigmentos mencionados no son exclusivos de la pintura a oleo. Aclaremos este
punto: son colores o pigmentos comunes a todas las técnicas, que sirven para
fabricar cualquier clase de colores, acuarela, tempera, acrílico, cera, pastel,
oleo. Son colores en polvo que mezclados y aglutinados con agua, goma arábiga,
miel, glicerina, por ejemplo, nos dan los colores a la acuarela; que
aglutinados con agua, sustancias gomosas y aceites, proporcionan los colores al
pastel; o que, al ser molidos y aglutinados con aceites grasos hoy en día
aceite de girasol o linaza y etéreos, resinas, bálsamos y ceras, se convierten
en colores al oleo.
Van Eyck descubrió
el aglutinante el aceite que desde entonces nos permite pintar al Oleo.
Fuente Así se Pinta al Oleo Jose M. Parramon
Jan Van Eyck
(Maaseyck, actual Bélgica, h. 1390-Brujas, id., h. 1441) Pintor flamenco. Sin duda, el suyo es el más conocido entre los nombres de los pintores primitivos flamencos, una fama de la que ya gozaba a su muerte; hoy se le sigue considerando uno de los grandes maestros de la pintura. Durante mucho tiempo se le atribuyó la invención de la técnica pictórica del óleo, pero en la actualidad se piensa más bien que la llevó a unos niveles de perfección elevadísimos, desconocidos antes de él. Trabajaba los colores al óleo pacientemente, a veces con la yema de los dedos, hasta plasmar los reflejos luminosos de los objetos y el aspecto cambiante de la luz.
Trabajó en La Haya para Juan de Baviera y más tarde en Lille como pintor de corte de Felipe el Bueno, a quien permaneció vinculado durante toda su vida. En 1430 se estableció en Brujas, donde vivió hasta su muerte. Dos años más tarde, en 1432, acabó la que se considera su obra maestra, el gran retablo de la Adoración del cordero místico, realizado para la catedral de Gante.
Esta obra presenta, no obstante, problemas de atribución, ya que incluye una inscripción en el marco según la cual fue ejecutada por Hubert y Jan Van Eyck. El problema radica principalmente en lo oscuro de la figura de Hubert, al cual no se atribuye ninguna otra obra y de quien nada se sabe con certeza, hasta el punto de que algunos especialistas han llegado a dudar de su existencia. Por otra parte, no hay en el retablo diferencias estilísticas que permitan atribuir partes distintas a cada uno de los dos hermanos. La obra, que consta de más de doce tablas, es notable por su vivo colorido, la riqueza paisajística, el complejo programa iconográfico y el extremo cuidado de los detalles, rasgo característico de Van Eyck y extensivo a toda la pintura flamenca.
Se le atribuyen unas veinte pinturas más, muchas de las cuales no han llegado hasta nosotros. Las que han sobrevivido son retratos y cuadros religiosos. Entre los primeros, el más conocido es el Matrimonio Arnolfini, ambientado en un interior de la época repleto de pequeños detalles. Gracias a la riqueza del empaste, el artista fue capaz de reproducir a la perfección en esta obra las texturas más diversas, desde el pelo sedoso del perrillo situado en primer término al latón pulido de la lámpara y la superficie convexa del espejo del fondo, donde el pintor da una segunda versión de la escena al mismo tiempo que crea efectos de profundidad.
El hombre del turbante rojo se considera un autorretrato del artista; la representación del modelo, impasible como todos los de Van Eyck, no resulta tan interesante como la reproducción del espléndido turbante con que se toca. La Virgen del canciller Rolin y La Virgen del canónigo Van der Paele son las dos obras que se le conocen de temática religiosa. El esquema es el mismo en ambas: la Virgen con el Niño como figura central rodeada de los donantes y comitentes; en las dos telas, el mérito reside en el lujo de detalles de los interiores donde se ambienta la escena, que incluyen vidrieras, doseletes, alfombras, esplendorosos vestidos, etc. La primera, no obstante, supera a la segunda por la profundidad que le añade el paisaje reproducido al fondo, que contribuye igualmente a la mayor luminosidad de la obra.
La maestría técnica de Van Eyck para modelar figuras y objetos con luz y color y su detallada representación de superficies y texturas resumen el estilo de un artista que tomaron como modelo numerosas generaciones, a pesar de que la enorme perfección de sus obras había puesto el listón muy alto a sus posibles seguidores. Entre todos ellos destacaría especialmente Petrus Cristus.
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