"Hijo de las montañas tropicales, mis primeras impresiones de la vida me fueron proporcionadas por la grandeza y majestuosidad de lo que me rodeaba, y ningún príncipe vio mecer su cuna en medio de tal esplendor como yo, bajo los rayos dorados y purpurinos de mi Sol nativo. Estas primeras impresiones forjaron mi destino porque, hasta donde recuerdo, la naturaleza ha sido para mí una fuente inagotable en donde mi alma ha tratado de saciar su formidable sed por la belleza.
Cuando llegué a la edad en que la razón arroja cruelmente su resplandor sobre el ambiente, pude contrastar la armonía de la naturaleza con la horrible artificialidad de la vida del hombre, y mi alma se rebeló. La creación es hermosa; todavía más, es sublime. Cuando se contempla el amor universal, el alma no puede comprender por qué el hombre, aunque tan inteligente y tan privilegiado por la naturaleza, figura tan triste en una desgracia y en una decepción.
¿Qué es lo que el ser humano tiene que ofrecer a la gracia y amor universal? Fue formado de tal manera que puede colocar firmemente sus pies sobre la Tierra y levantar su cabeza al cielo, rodeando su frente con coronas de estrellas y de soles. Se le dieron las alas más poderosas con que pudiera explorar los rincones más remotos del infinito: las del pensamiento. Sin embargo, él se arrastra encadenado y azotado, llenando el espacio con sus lamentos, cuando debería hacerlo estremecer con himnos de triunfo y de alegría.
Me esforcé por volver a encender en el corazón del hombre el fuego sagrado que el padre Prometeo robó para nosotros. Soñé viéndolo formar parte, al menos, de la hermosura universal, ya que no fue posible hacerlo el rey de la creación; y siendo la libertad el único medio para llegar a ella, traté de romper sus cadenas con mis manos diminutas; pero el resultado de mis esfuerzos fueron mi quebrantada salud, una ceguera próxima y mi confinamiento, durante mi vida, en esta antesala de la muerte. Sin embargo, cualquiera que pueda ser mi sufrimiento, me complazco en haber tratado de hacer de la humanidad una parte de lo sublime".
-Ricardo Flores Magón, fragmento de carta enviada desde prisión el año de su asesinato a manos de la autoridad estadounidense, 1922.
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