Ramón Carrillo no fue sólo un simple médico, sino que ocupó uno de los lugares más preponderantes en la historia argentina, impulsando durante el gobierno del General Juan Domingo Perón una política de salud que buscaba igualar las oportunidades de todos los hombres en lo concerniente al ámbito de la medicina.
En los libros de historia aparece como el primer ministro
de Salud Pública que tuvo el país, impulsado a ocupar aquel cargo por el propio
Perón, quien desde hacía algunos años se había convertido en su paciente y
amigo. El General había compartido largas charlas con Ramón Carrillo, y en
ellas pudo acercarse a las innovadoras ideas que el médico acumulaba en su
mente y que soñaba con poner en alguno momento en práctica.
Así fue que cuando Juan Domingo Perón asumió la
presidencia del país en 1946, el Dr. Carrillo aceptó la propuesta del
mandatario, con el objetivo de dedicarse a atacar las causas de las
enfermedades desde el poder público, con políticas acordes a la sociedad
argentina de aquel momento.
De esta manera, Ramón Carrillo que había nacido en la provincia
de Santiago del Estero el 7 de marzo de 1906, y que desde siempre había
mantenido una pasión por la medicina, se convirtió en Ministro de Salud Pública
de la Nación.
Una vez en el cargo, estableció una política sanitaria
basada en tres pilares: en principio, todos los hombres tienen igual derecho a
la vida y a la sanidad; en segundo lugar, no puede haber política sanitaria sin
política social; y por último, de nada sirven las conquistas de la técnica
médica si ésta no puede llegar al pueblo por medio de dispositivos adecuados.
Aquellos parámetros fueron los que delinearon el sistema
sanitario en el que se basó la política de salud justicialista. Es que en
definitiva, sus postulados apuntaban hacia la misma dirección que había
comenzado a tomar el país bajo el mando del Gral. Perón.
En este contexto, Carrillo expresaba ideas tales como:
“Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la
angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de
enfermedad, son unas pobres causas”.
Seguramente sus ideas en cuanto a la política de salud
pública que deseaba implementar lo llevaron a dar un importante primer paso, ya
que su primera labor como Ministro fue realizar un estudio integral de los
problemas de salud en la Argentina. Aquella investigación, que no tenía
precedentes en el país, dio lugar al surgimiento del denominado Plan Analítico
de Salud Pública, un compendio de más de cuatro mil páginas en las que se
explicaban las acciones que debían desarrollarse a través de la Secretaría de
Salud Pública.
A lo largo de su vida su contribución a los ámbitos
científicos y sociales fue permanente, tanto durante los años que vivió en el
país, como en aquellos que se mantuvo alejado por el inevitable exilio.
Aún hoy son reconocidas y utilizadas sus innovadoras
técnicas de diagnóstico neurológico, consideradas como precursoras de la actual
tomografía computada. Asimismo fue el descubridor de la enfermedad que lleva su
nombre y que se conoce también con el término médico de papilitis aguda
epidémica.
Abocado al estudio constante del campo neurológico,
realizó profundas investigaciones de las enfermedades que atacan al cerebro,
formulando una clasificación de las mismas que hoy continúa utilizándose. Pero
no se detuvo allí, ya que incluso experimentó con el trasplante cerebral, en
pruebas realizadas entre conejos vivos que resultaban exitosas.
No obstante, uno de los méritos más frecuentemente
mencionados del Dr. Carrillo fue el desarrollo de la medicina social, también
denominado sanitarismo, la cual pudo concretar desde su posición como Ministro
de Salud.
Fueron ocho años que se mantuvo en dicho cargo, y a
través del cual desarrolló una valiosa labor que aportó al país un sistema de
salud pública basada en la necesidad de todo el pueblo.
No obstante, antes de finalizada la segunda presidencia
del Gral. Perón, Carrillo se convirtió en un exiliado, perseguido por sus
ideales, pobre, enfermo y olvidado por aquella sociedad que tanto le debía. Así
murió el 20 de diciembre de 1956 en la ciudad de Belem do Pará, Brasil.
Hoy lleva su nombre una calle del barrio porteño de
Barracas, y algunos hospitales diseminados por el Gran Buenos Aires, quizás
intenta de esa manera remediar la injusta respuesta que recibió un hombre de
una sociedad por la que dio su vida, y que debió morir en el exilio repudiado
por quienes intentó sanar.
http://historiaybiografias.com/drcarrillo/
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